- ¿No confías en mí, Marianne?
- No, Elinor, que me hagas tú este reproche... ¡tú que no confías en nadie!
- ¡Yo! -siguió Elinor un poco confundida-, en realidad, Marianne, no tengo nada que decir.
- Ni yo tampoco -respondió Marianne con energía-; entonces nuestras situaciones son idénticas. Ninguna de las dos tenemos nada que decir; tú, porque no comunicas, y yo, porque no oculto nada.
Elinor, afligida por esta acusación de reserva hacia ella misma, que no era del todo libre para impugnar, no supo cómo, en esas circunstancias, presionar a Marianne para que fuera más franca.
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IL POSTINO
martes, 23 de julio de 2013
¡TÚ QUE NO CONFÍAS EN NADIE!
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