Visitas al sitio

IL POSTINO

IL POSTINO

domingo, 27 de enero de 2008

INTELIGENCIA VS. PARANOIA

Es cierto que Fischer estaba loco. Pero el mundo no estaba más cuerdo que él. Locura y misterio. Dicen que la locura es una salida inteligente para aquellos que intuyen que de estar lúcidos sufrirían mucho más. Quienes siguieron la carrera ajedrecística de Fischer, recuerdan que el terror que sentía a perder era lo más parecido a un ataque de pánico. Era tan consciente de su genialidad, que la chance de ser vencido lo avergonzaba hasta paralizarlo. De hecho, durante los preparativos por el campeonato del mundo aparecía cada día con una nueva petición.

Su paranoia creciente iba de la mano del miedo que lo atormentaba. El creer que luchaba contra conspiraciones a cada paso, atenuaba su eventual derrota con un simple humano. Una cosa era perder contra Spasski y otra, más a la altura de su genio, caer contra un jugador que era apoyado por el aparato estatal soviético, mientras Nixon negociaba a sus espaldas con el comunismo.

Cualquiera que haya jugado un campeonato de ajedrez sabe que es el deporte más estresante que existe. Un estrés que, a diferencia de otros deportes, no se puede canalizar a través del esfuerzo físico. Es una lucha salvaje entre dos inteligencias, puede durar horas y provoca taquicardia, sudoración y angustia. No hay mucha alegría en ello, salvo cuando todo termina y se gana. Nada resulta demasiado estresante después de esa experiencia.


Bobby Fischer sufría como cualquier ajedrecista. Pero diez veces más. Los otros aceptan la posibilidad de perder. Él no. Por eso, cuando tuvo que defender el cetro de campeón frente al joven Antatoli Karpov hizo lo indecible para hacer fracasar la realización del match. Todos estaban convencidos de que Fischer le ganaría a Karpov, salvo él. El miedo derivó en terror, y el terror en locura. Se escapó de la realidad a un universo en donde él siempre seguiría siendo el campeón del mundo a pesar de que los líderes del planeta conspiraran en su contra.

En 1992 aceptó 3,5 millones de dólares para volver a enfrentar a Spasski. Fue en Yugoslavia y volvió a ganar, pero también se ganó un juicio de los Estados Unidos por romper el bloqueo que Naciones Unidas promovía contra el dictador Milosevic. Allí comenzó a esconderse con razón, porque si lo detenían iba preso.

Contra todos. En 1996 inventó el Ajedrez Aleatorio Fischer, un juego como el ajedrez pero en el cual las piezas mayores se sitúan en posiciones diferentes al comenzar cada partida. Su objetivo: que el estudio previo sirviera de poco, que la clave para ganar fuera la inteligencia, sólo la inteligencia.


En marzo del 2005 viajó a Reykiavik con nacionalidad islandesa.

A Mister Kristjonsson, dueño de una librería de su barrio islandés, le decía que buscaba libros sobre personajes que habían estado fuera de la ley porque pretendía escribir una autobiografía, pero la mayoría de las veces se quedaba dormido sentado sobre una silla de la librería. Tampoco en Reykiavik tenía demasiados amigos. Los corría de su vida creyendo que eran agentes de la CIA que lo querían envenenar.

La leyenda lo imaginó detrás de distintos nick ganando partidas por internet durante estos años, pero no volvería a jugar en forma oficial. Lo último que se sabe de su genio es que hace un año llamó a un programa de televisión por el que se transmitía una partida de ajedrez. Les quería anticipar cuál era la jugada ganadora. Qué otra cosa podía ser más importante en la vida

No hay comentarios: