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IL POSTINO

IL POSTINO

sábado, 19 de enero de 2008

PARTIDA PERFECTA: CONCIENCIA INOCENTE

Creo que aún le quedan un par de semanas de vida. Siempre obsesionado con la prisa, precipitándose sin tener nunca un segundo para decir “buenos días”, “gracias”, corriendo de aquí para allá como un gallo sin cabeza, haciéndose socio de clubes, mangoneándolo todo, acaparando puestos que quizás otros querían. Y fíjate ahora… Todo se le acabó. Bueno, ya no tendrá prisa por ir a ninguna parte.

Odiaba aquel paisaje. Los espacios horizontales escasamente poblados lo deprimían y le producían una sensación de agorafobia. “Y le dijeron que no se acercara”

¿En qué se parecen ir al retrete o ir al cementerio?
En que cuando tienes que ir, tienes que ir.

Tiempo e intemperie habían borrado la primera y la última letra.

La compostura se derrumbó.

Una familiar desesperación pendía sobre él.

Luchó contra ella, retrasó su impacto.

Como la niebla del océano que por la noche
empaña los faroles de la calle,
le envolvió el más profundo desaliento.

¿tenía miedo?, ¿era solamente a algo fijo?
¿o tenía miedo además de un destino
del que él formaba también parte?

¿de un terrible destino que parecía una maldición?

Él era el único sobreviviente.

Y lo que le atormentaba era el pensamiento de que con el tiempo también él podía verse arrollado: volverse loco, o contraer una enfermedad incurable, o perder en un incendio todo lo que más quería, hogar, esposa, hijos.

Era “un verdadero hombre”. Sabía hacer muchas cosas, y las hacía sin darse importancia, con facilidad. Sabía hacer caer un árbol, precisamente donde él quería. Sabía despellejar a un oso, reparar un reloj, construir una casa, hacer un pastel, zurcir un calcetín o pescar una trucha con una aguja retorcida y un pedazo de cuerda. ¿Y tú qué sabes? …

Él era un jugador de ajedrez … Obtuso. Ignorante. Así es como él lo quería. Para que nunca pudiera escapar de él.

Gran carácter, enorme valor, trabajador incansable, parecía como si ninguno de esos rasgos pudiera influir de modo decisivo en el destino de su hijo. …

Él era EL NIÑO TERRIBLE DEL AJEDREZ …

Una pasión en parte patológica.

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