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IL POSTINO

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jueves, 13 de marzo de 2008

Ecce Homo , HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide!

19 DE AGOSTO

¡ UN SER NUEVO !
Nuevo, ¿por qué?
NO PODÍA DEJAR DE VENIR,

¿acaso nosotros debíamos ser los últimos?

No le conocemos, como no conocemos tampoco

a los que nos precedieron.


Tal vez su naturaleza es más perfecta, su cuerpo mejor constituído, más acabado que el nuestro, tan débil, tan torpemente concebido, embarazado por órganos siempre fatigados, siempre forzados como resortes demasiado complejos; mejor que el nuestro, repito, que necesita vivir como una planta, como una bestia, nutriéndose penosamente de aire, de vegetales y de carne, máquina animal, presa de enfermedades, de deformaciones y de pobredumbres; asmático, mal ajustado, simple y extraño, ingeniosamente mal hecho, obra grosera y delicada a un tiempo, esbozo de un ser que podría llegar a ser inteligente y grande. ¿Entre las múltiples variedades desde la ostra al hombre, por qué no se ha de admitir otra más, una vez cumplido el periodo que separa las apariciones sucesivas de las diversas especies? ¿Por qué no? ¿Y por qué también, la de otros árboles, llenos de inmensas flores, resplandecientes, que perfumasen regiones enteras? ¿Por qué no han de existir más elementos que el fuego, el aire, la tierra y el agua? ¿Por qué han de ser cuatro, tan solo, nuestros amos? ¡Qué lástima! ¿Por qué no habrán de ser cuarenta, cuatrocientos, cuatro mil?

¡Cuánta pobreza;


cuánta mezquindad,


cuánta miseria! ...



¡Qué avaramente otorgado,

qué secamente inventado,

qué groseramente hecho!


¡Ah! ¡Cuánta gracia en los movimientos del elefante y del hipopótamo! ¡Qué curvas más elegantes las del camello! ... Me objetaréis ... ¿Y la mariposa? ¡Una flor con alas! Yo sueño en una que podría ser tan grande como cien universos, dotada de unas alas, cuya forma, belleza, color y movimientos no me es posible explicar. Parece que la veo ... Va de estrella en estrella, de mundo en mundo, refrescándolos y embalsamándolos con su ligero y armonioso aleteo ... Y los seres que pueblan el infinito la miran pasar, extasiados y llenos de amor ...


¿Qué es lo que tengo?

¡ Es él,

él,

el Horla,

que me posee,

que me hace pensar estas locuras!



¡Está en mí, dentro de mi alma! ¡Lo mataré! ...

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