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IL POSTINO

IL POSTINO

sábado, 22 de marzo de 2008

ASADO A FUEGO LENTO , Sosias , Dostoievski

El señor Goliadkin levantó al cabo la vista y si no se desmayó fue sólo porque lo había presentido todo desde el primer instante, porque había sido advertido de antemano, porque en su corazón había adivinado quién era el recién venido. El primer movimiento del señor Goliadkin fue lanzar una rápida ojeada en torno para ver si alguien estaba cuchicheando, o contaba algún chiste oficinesco sobre el caso, o hacía una mueca de sorpresa, o si, por último, alguien, presa de espanto, se había desplomado bajo su pupitre. Pero con grandísimo asombro suyo nada de ello se produjo. El comportamiento de sus camaradas y colegas le sorprendió. Parecía rebasar las lindes del buen juicio. El señor Goliadkin llegó a asustarse de tan insólito mutismo.

La realidad hablaba por sí misma:

era un caso extraño,

era un caso feo,

era un caso absurdo.

¡ Bien había de qué alterarse !

Todo esto, por de contado, pasaba sólo fugazmente por el caletre del señor Goliadkin, quien se sentía como si estuvieran

asándolo a fuego lento.
Y no sin razón.
Quien ahora estaba sentado enfrente del señor Goliadkin

era el terror del señor Goliadkin,

la vergüenza del señor Goliadkin,

su pesadilla de la víspera,

en una palabra, era el propio señor Goliadkin.

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