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IL POSTINO

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martes, 11 de marzo de 2008

El Ser Invisible, HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide!

06 DE AGOSTO
Esta vez, no estoy loco. ¡Lo he visto! ¡lo he visto! No me es posible dudar ya ... ¡lo he visto! Aún siento frío, hasta en las uñas ... aún siento miedo hasta en la médula ... ¡lo he visto!

Hace dos horas, me paseaba, tomando el sol en mi parterre de flores, en la avenida formada por los rosales de otoño, que empiezan a florecer. De repente, al pararme a contemplar un hermoso ejemplar geant des batailles, que tenía tres magníficas flores, vi, vi distintamente separarse del rosal la más próxima a mí, como si una mano invisible la hubiese cogido después de retorcer su tallo y romperlo. Después, la flor se levantó, siguiendo la curva que hubiera descrito un brazo al llevarla a la boca, quedando luego suspendida en el aire transparente, inmóvil y sola, pavorosa mancha roja colocada a tres pasos de mí. Atónito, pasmado, me arrojé sobre ella para cogerla.

No encontré más que el vacío; la flor había desaparecido.

Una cólera furiosa se apoderó de mí, reprochándome mi estupidez, por creer que no le esté permitido a un hombre razonable y serio dejarse llevar de semejantes alucinaciones.

Pero ¿tenía la seguridad de que todo había sido producido por una de estas alucinaciones? Volví a buscar el rosal y en él encontré el tallo recién cortado en medio de las dos rosas que quedaban en la rama.

Poco después entraba en casa con el alma trastornada; ya no me cabe duda; ahora estoy cierto, tan cierto como de la alternativa del día y de la noche, que existe cerca de mí un ser invisible que se nutre de leche y agua, que puede tocar las cosas, tomarlas y cambiarlas de lugar a voluntad, dotado por consiguiente de una naturaleza material, aunque imperceptible para nuestros sentidos y que habita conmigo, bajo mi techo.

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