(....) Lo único que le pregunto, Krestyan Ivanovich, es cómo se vengaría usted de un enemigo, de su peor enemigo, o de quien juzgase usted como tal -concluyó el señor Goliadkin, mirando provocativamente a Krestyan Ivanovich.
(....) -Tengo enemigos, Krestyan Ivanovich, tengo enemigos. Tengo enemigos mortales que han jurado destruirme... -repuso el señor Goliadkin en un murmullo de pavor.
-¡Basta, basta! ¡Qué enemigos ni qué niño muerto! ¡No hay por qué pensar en enemigos! ¡No hace la maldita falta! Siéntese, siéntese -prosiguió Krestyan Ivanovich, logrando por fin que el señor Goliadkin tomara asiento en el sillón.
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