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IL POSTINO

IL POSTINO

sábado, 22 de marzo de 2008

FEBRIL PESADILLA , Sosias , Dostoievski

A las ocho en punto del día siguiente el señor Goliadkin se despertó en su propia cama. Al momento, y en todo su horrible alcance,

reaparecieron en su imaginación y memoria

los insólitos acontecimientos de la víspera

y de toda esa noche inverosímil, frenética,

con sus lances punto menos que imposibles.
La cruel y diabólica malicia de sus enemigos y, en particular, la evidencia final de esa malicia le helaron el corazón. Por añadidura, todo había sido ´
tan extraño,

tan incomprensible

y absurdo

que, en efecto,

resultaba difícil darle crédito.
El señor Goliadkin no hubiera tenido empacho en considerarlo como
febril pesadilla,
como
momentáneo trastorno de la fantasía,
como
ofuscación del entendimiento,

si afortunadamente no hubiera sabido, por su amarga experiencia de la vida, los extremos a que puede la malicia empujar a un hombre, hasta dónde puede llegar a veces la furia de un enemigo empeñado en vengar su honor o su amor propio. Como si ello no bastara, los doloridos miembros del señor Goliadkin, su aturdida cabeza, su molida cintura, su maligno resfriado, atestiguaban y confirmaban de sobra la realidad de esa carrera nocturna y, en parte también, lo demás que ocurrió durante ella. Y finalmente el señor Goliadkin sabía desde hacía largo tiempo que se tramaba algo contra él y que en la conjura andaba otra persona. Pero, bueno, ¿y qué? Después de pensarlo debidamente resolvió no decir nada, resignarse y reservar su protesta hasta el momento oportuno.

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