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IL POSTINO

IL POSTINO

sábado, 26 de diciembre de 2015

EL EXILIO DE ESTE MUNDO (L'HISTOIRE D'UNE NÉVROSE)


Mi traducción de la crítica de Maupassant sobre "A Rebours" (Al Revés) de Huysmans, que aparece mencionada en la novela "Soumission" (Sumisión) de Houellebecq.

Felices aquellos que satisfechos en la vida, aquellos que se divierten, aquellos que están contentos.

Es de gente que ama todo, que todo encanta. Ellos aman el sol y la lluvia, la nieve y la niebla, las fiestas y la calma de su vivienda, todo eso que ellos ven, todo eso que ellos hacen, todo eso que ellos dicen, todo eso que ellos entienden.
Ellos no se aburren ni los unos, ni los otros.
La vida, para ellos es una especie de espectáculo divertido del que ellos son así mismo actores,una cosa buena y variable que, sin embargo les asombra, les encanta.

Pero de otros hombres, recorriendo un relámpago de pensamiento el círculo estrecho de satisfacciones posibles, se quedan espantados delante de la nada de la felicidad, la monotonía y la pobreza de las alegrías terrestres.
Desde que ellos alcanzan treinta años, todo está acabado para ellos. ¿Qué ellos esperan? Nada les distrae más; ellos hicieron el tour de nuestros magros placeres.

Felices aquellos que no conocen el asco abominable de las mismas acciones siempre repetidas; felices aquellos que tienen la fuerza de recomenzar cada día los mismos trabajos, con los mismos gestos, los mismos muebles, el mismo horizonte, el mismo cielo, de partir por las mismas calles donde ellos se encuentran con las mismas figuras y los mismos animales. Felices aquellos que no se dan cuenta con un inmenso asco que nada cambia, que nada pasa y que todo fatiga.

Hace falta que nosotros tuviéramos el espíritu lento, cerrado y poco exigente para contentarnos de esto que es. Como se hace que el público del mundo no hubiera gritado: "Arriba el telón", ni hubiera solicitado el acto siguiente con otros seres que el hombre, con otras formas, con otras fiestas, con otras plantas, con otros astros, con otras invenciones, con otras aventuras.

Verdaderamente, nadie tiene pues todavía probado el odio del rostro humano siempre parecido, el odio del perro que merodea por las calles, el odio sobre todo del caballo, animal horrible montado sobre cuatro pértigas y del cual las patas se parecen a un champiñón.
Es de frente que se necesita ver a un ser para juzgar la belleza. ¡Observa de frente un caballo, esta cabeza informe, esta cabeza de monstruo plantada sobre dos piernas delgadas, nudosas y grotescas! Y cuando ellas arrastran carruajes amarillos, estas horribles bestias, llegan a ser visiones de pesadilla.

¿Dónde huir para no ver más estas cosas vivientes o inmóviles, para no recomenzar siempre, siempre, todo eso que nosotros hacemos, para no hablar más y para no pensar más?

Verdaderamente nosotros nos contentamos con poco. ¿Es posible que nosotros estuviéramos alegres, saciados? ¿Que nosotros no nos sintiéramos sin cesar locos por un deseo torturante de la novedad, de lo desconocido?

¿Qué nosotros hacemos? ¿A qué se limitan nuestras satisfacciones?

Observemos las mujeres sobre todo. El más grande movimiento de su pensamiento consiste en cambiar los colores y los pliegues de las telas con lo cual ellas ocultan sus cuerpos para volverse deseables. ¡Qué miseria!
Ellas sueñan de amor. Murmurar una palabra, siempre la misma, observando en el fondo de los ojos un hombre.
Y ahí está todo. ¡Qué miseria!

¿Y nosotros que nos hacemos? ¿Cuáles son nuestros placeres?

Esto es, ¿parece ser, delicioso de agarrarse con aplomo sobre el lomo de un caballo que corre, de hacerle saltar encima de los obstáculos, de saberle hacer ejecutar cualesquiera movimientos con presiones de rodilla?
Esto es, ¿parece ser, delicioso de recorrer los bosques y los campos con un fusil en las manos y de matar todos los animales que huyen delante de vuestro paso, las perdices que caen del cielo dejando caer una lluvia de sangre, los corzos con los ojos tan dulces, que amarías acariciar y que lloran como los niños?
Esto es, ¿parece ser, delicioso ganar o perder el dinero intercambiando, con otro hombre, los pequeños cartones de color, siguiendo reglas aceptadas? ¡Nosotros pasamos noches en estos juegos, les amamos de una manera desordenada!
¿Es delicioso saltar en cadencia o girar en compás con una dama entre los brazos? ¿Es delicioso posar su boca sobre los cabellos de esta dama cuando la amamos, o lo mismo sobre el borde de sus vestidos. ¿Ahí están nuestros grandes placeres? ¡Qué miseria!

¡Los otros hombres aman las artes, el Pensamiento! ¡Como si ello cambiaría el pensar de los humanos!

La pintura consiste en reproducir con los colores los monótonos paisajes sin que ellos parezcan así mismos nunca a la naturaleza, en dibujar a los hombres, siempre a los hombres, esforzando, sin nunca conseguir algo, de darles el aspecto de los vivos. Nosotros nos ensañamos así, inútilmente, durante los años, a imitar esto que es; y nosotros llegamos apenas, por esta copia inmóvil y muda de los actos de la vida, a hacer comprender a los ojos ejercitados, esto que quisimos tentar.
¿Por qué estos esfuerzos? ¿Por qué esta imitación vana?
¿Por qué esta reproducción banal de las cosas tan tristes para ellas mismas? ¡Miseria!

Los poetas hacen con las palabras eso que las pinturas ensayan con los matices. ¿Siempre por qué?
Cuando nosotros leímos los cuatro más hábiles, los cuatro más ingeniosos, es inútil de abrir algún otro. Nosotros no sabemos nada más. ¡Ellos no pueden, también ellos, estos hombres, más que imitar al hombre! Ellos se agotan en una labor estéril. Ya que el hombre no cambia, su arte es inmutable.
Desde que se agita nuestro corto pensamiento, el hombre es el mismo; sus sentimientos, sus creencias, sus sensaciones son los mismos, él no registró avance, él no registró retroceso, él no registró movimiento. ¿A qué me sirve de aprender eso que yo soy, de leer eso que yo pienso, de observarme a mí mismo dentro de las banales aventuras de una novela?

¡Ah! Si los poetas pudieran atravesar el espacio, explorar los astros, descubrir otros universos, otros seres, variar sin cesar, para mi espíritu, la naturaleza y la forma de las cosas, me pasearía sin cesar dentro de lo desconocido cambiante y sorprendente, abrir las puertas misteriosas sobre los horizontes no esperados y maravillosos, yo los leería día y noche. Pero ellos no pueden, estos impotentes, más que cambiar el lugar de una palabra, y mostrarme mi imagen, como las pinturas. ¿Cosa buena?

Ya que el pensamiento del hombre es inmóvil.
Los límites precisos, próximos, infranqueables una vez alcanzados, el pensamiento da vueltas como un caballo en un circo, como una mosca dentro de una botella cerrada revoloteando hasta las paredes donde ella se choca siempre. Nosotros estamos aprisionados en nosotros mismos, sin conseguir salir de nosotros, condenados a arrastrar el grillete de nuestro sueño sin desarrollo.
Todo el progreso de nuestro esfuerzo cerebral consiste en constatar los hechos insignificantes usando instrumentos ridículamente imperfectos que suplen sin embargo, un poco a la incapacidad de nuestros órganos. Todos los veinte años, un pobre investigador que muere en la pena, descubre que el aire contiene un gas todavía desconocido, que nosotros liberamos una fuerza imponderable, inexplicable e incalificable frotando la cera sobre el paño, que entre las innombrables estrellas ignoradas, él se encuentra una que nosotros no tenemos todavía señalada dentro de la vecindad de una otra, vista y bautizada desde hace mucho tiempo. ¿Qué importa?

¿Nuestras enfermedades vienen de los microbios? Bien. ¿Pero de dónde vienen los microbios? ¿Y las enfermedades de estos invisibles a ellos mismos? ¿Y los soles, de dónde vienen ellos?

Nosotros no sabemos nada, nosotros no vemos nada, nosotros no podemos nada, nosotros no llegamos a ser nada, nosotros no imaginamos nada, nosotros estamos encerrados, aprisionados en nosotros. ¡Y la gente se maravilla del genio humano!

Nuestra memoria no puede por sí misma contener la diezmilésima de las confusas y miserables observaciones hechas por nuestros sabios y registradas dentro de los libros. Nosotros no sabemos así mismo constatar nuestra debilidad y nuestra incapacidad; ya que, no haciendo más que comparar al hombre con el hombre, nosotros medimos mal su impotencia general y definitiva.

No hay remedio. Unos viajan. Ellos no verán nunca otra cosa más que hombres, árboles y animales.
Esto es queriendo ir lejos nosotros comprendemos bien como todo está próximo, y corto y vacío. Esto es buscando lo desconocido nosotros percibimos bien como todo es mediocre y de prisa acabado. Esto es recorriendo la tierra nosotros vemos bien como ella es pequeña y siempre parecida.

¡Felices aquellos del que los apetitos son proporcionados a los medios, que viven satisfechos de su ignorancia y de sus placeres, aquellos que no se levantan dudas sin cesar de los impulsos impetuosos y vanos en contra del más allá, en contra de otras cosas, en contra del inmenso misterio de lo inexplorado!

Felices aquellos que se interesan todavía en la vida, que la pueden amar y soportar.

El novelista J. K. Huysmans, dentro de su libro asombroso, que tiene por título "A Rebours" (Al Revés), viene de analizar y contar, de la manera más ingeniosa y la más imprevista, la enfermedad de uno de estos hastíos.
Su héroe, Jean des Esseintes, habiendo tocado en todos los placeres, en todas las cosas reputadas encantadoras, en todas las artes, en todos los gustos, encontrando insípida la vida, odiosas las horas monótonas y parecidas, se fabrica, a fuerza de imaginación y de fantasía, una existencia absolutamente facticia, absolutamente graciosa, verdaderamente al revés de eso que hacemos ordinariamente.
Para dar la idea del estado del espíritu de este singular personaje:

 - Pensaba simplemente en componerse, para su placer personal y no más para el asombro de los otros, un interior confortable y engalanado de una manera rara, desarrollarse una instalación curiosa y tranquila, apropiada a las necesidades de su futura soledad.
... Cuando él no descansará más que en determinar la disposición del mobiliario, él pasará de la novedad en revista la serie de los colores y de los matices.
Eso que él deseaba, era los colores con los cuales la expresión se afirma a las luces facticias de las lámparas.
... Estos colores desechados, tres permanecen solamente: el rojo, la naranja, el amarillo.
A todos, él prefería el naranja, confirmando así, por su propio ejemplo, la verdad de una teoría que él declaraba de una exactitud casi matemática: saber que una armonía existe entre la naturaleza sensual de un individuo verdaderamente artista y el colorido que sus ojos ven de una manera más especial y más viva.
Desatendiendo en efecto lo común de los hombres del cual las groseras retinas no perciben ni la cadencia propia en cada uno de los colores, ni el encanto misterioso de sus degradaciones y de sus matices; desatendiendo también estos ojos burgueses insensibles en la pompa y en la victoria de los colores vibrantes y fuertes; no conservando más entonces más que la gente en las pupilas refinadas, ejercitadas por la literatura y por el arte, esto le parecía seguro que el ojo de entre ellos que sueña el ideal, que reclama ilusiones, solicita las velas en la puesta de sol, es generalmente acariciado por el azul y sus derivados, tal que el malva, el lila, el gris de perla, dota sin embargo que ellos permanecen enternecidos, y no superan el lindero donde ellos renuncian a su personalidad y se transforman en puros violetas o francos grises.
... En fin, los ojos de la gente débil y nerviosa, del que el apetito sensual busca los realces para los ahumados y las salmueras, los ojos de la gente sobreexcitada y ética aman, casi todos, este color irritante y enfermizo, en los esplendores ficticios, en las fiebres ácidas: el naranja.
Entonces, por una serie de transposiciones, de engaños deseados del ojo, del olfato, del oído, Jean des Esseintes se procuraba una serie de sensaciones desplazadas, al revés, que tenían para él un encanto sutil, refinado, perverso en la desviación misma de los órganos engañados y de los instintos descarriados.
Así "el movimiento le parecía inútil (para viajar) y la imaginación le semejaba poder fácilmente suplir a la vulgar realidad de los hechos".
Del momento que los vinos hábilmente trabajados vendidos dentro de los restaurantes renombrados engañan a los gourmets, al punto que el placer probado por ellos en degustar estos brebajes alterados y facticios es absolutamente idéntico al que ellos gustarían saboreando el vino natural y puro,porque no transporta esta capciosa desviación, esta hábil mentira dentro del dominio del intelecto. Ninguna duda que nosotros podamos entonces, y también fácilmente que dentro del mundo material, gozar quiméricas delicias, parecidas, en todos los puntos a las verdaderas e incluso mucho más seductoras para un espíritu desengañado por eso mismo que ellas son facticias.
"Así pues, en su opinión, era posible de satisfacer los deseos reputados los más difíciles a satisfacer dentro de la vida normal y eso por un ligero subterfugio, por una aproximada sofisticación del objeto perseguido por estos mismos deseos."
Entonces, comienza una serie de experiencias bizarras y graciosas.
 - "Como él lo decía, la naturaleza hizo su tiempo; ella definitivamente se fatigó, por la asquerosa uniformidad de sus paisajes y de sus cielos, la atenta paciencia de los refinados. ¡En el fondo cuál mediocridad de especialista confinado dentro de su especialidad, cuál pequeñez de tendera teniendo tal artículo en la exclusión de tal otro, qué monótono almacén de praderas y de árboles, qué banal agencia de montañas y mares!"
¿Qué el hizo? Él viaja, por ejemplo,al medio de los olores.
"Actualmente, él gustó vagabundear dentro dentro de un sorprendente y variable paisaje y él empezará por una frase sonora, amplia, abriendo todo de golpe una escapada de campos inmensos.
"Con sus vaporizadores, él inyecta dentro de la pieza una esencia formada de ambrosía, de lavanda y de mitcham, de guisante de fragancia, de bouquet, una esencia que, cuando ella es destilada por un artista, amerita el nombre que nosotros le concedemos, 'de extracto de prado flori'; y además, dentro de este prado, él introduce una precisa fusión de nardo, de flor de naranjo y de almendra, y en seguida artificiales lilas nacieron, mientras que las tilas se abanican, abatiendo sobre el sol sus pálidas emanaciones que simulaban el extracto de tilia de Londres..."
Con los olores de productos químicos, él evoca una aldea de fábricas, los puertos de mar con las fragancias marinas y alquitranadas; él recuerda los jardines en flores, cambia de latitud, hace nacer pimientos de los trópicos, los soplidos picantes del sándalo de la China y del hédiosma de la Jamaica en los olores franceses del jazmín, del espino y de la verbena, creciendo a despecho de las estaciones y los climas, los árboles de esencias diversas, las flores en los colores y en las fragancias las más opuestas, creando por la fundición y el choque de todos estos tonos, un perfume general, innominado, extraño, dentro del cual reaparecerían, tal como un obstinado estribillo, la frase decorativa del comienzo, el olor del gran prado abanicado por las lilas y los tilos."

Yo no podía tentar el análisis completo del libro de Huysmans, de este libro extravagante y desternillante, pleno de arte, de fantasía estrafalaria, de estilo penetrante y sutil, de este libro que nosotros podríamos llamar "l'histoire d'une névrose" (la historia de una neurosis).

¿Pero por qué pues esta neurosis me aparecía como el único hombre inteligente, sensato, ingenioso, verdaderamente idealista y poeta del universo, si existiera?

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Recuerdo haber realizado la proeza de traducir "Les Névroses" de Maurice Rollinat,
puedes acceder con el siguiente hipervínculo:
LES NËVROSES

Además me crucé con una frase de Sartre en el prólogo de "Los Condenados de la Tierra":
La condición del indígena es una NEUROSIS introducida y mantenida por el colono entre los colonizados, CON SU CONSENTIMIENTO.


Así que fue muy especial encontrar que Maupassant considera "Au Rebours" 
como "L'histoire d'une névrose".

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