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IL POSTINO

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martes, 1 de diciembre de 2015

SU MUJER ERUDITA (La Conjura de los Necios, NOLA)


Comió un bocadillo de salchicha con manos temblorosas y atisbó la fotografía que tenía en el bolsillo. Desde arriba, la figura de la mujer parecía aún más firme, más de matrona. ¿Una profesora de historia romana arruinada, quizás? ¿Una medievalista sin trabajo? Si enseñase la cara. Tenía un aire de soledad, de distanciamiento, de placer sensual solitario y erudito que le atraía muchísimo. Examinó el trozo de papel de envolver donde había una dirección. Calle Bourbon. Aquella mujer extraviada estaba en manos de explotadores comerciales. Qué personaje ideal para el Diario. Aquella obra, pensaba Ignatius, se quedaba un poco corta en el apartado sensual. Necesitaba una buena inyección de alusiones insinuantes. Quizá las confesiones de aquella mujer pudieran animar un poco la cosa.

Entró en el Barrio Francés y, durante un instante, incontrolable y muy fugaz, caviló sobre una cuestión. Sobre cómo mordería Myrna el borde de la taza de exprés, muerta de envidia. Describiría cada instante de sensualidad con su mujer erudita. Dados sus antecedentes y su visión bocciana del mundo, aquella mujer vería con un criterio muy estoico y fatalista las torpezas y disparates sexuales que pudiera cometer. Sería comprensiva. "Sé buena", le diría Ignatius en un suspiro. Myrna probablemente abordase el sexo con la misma vehemencia y la misma seriedad con que se lanzaba a la protesta social. Cómo se angustiaría cuando Ignatius describiese sus más tiernos placeres.

"¿Me atrevo?", se preguntó Ignatius, lanzando, distraído, el carro contra un coche aparcado. La manija se le hundió en el estómago y eructó. No le explicaría a la mujer cómo había conseguido localizarla. Hablarían primero de Boecio. Ella se quedaría abrumada.

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