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IL POSTINO

IL POSTINO

miércoles, 24 de julio de 2013

UNA MISERIA QUE NADA SE PUEDE LLEVAR

 - ¡Oh Elinor! Soy realmente desgraciada.

Elinor no pudo presenciar este torrente de dolor resistido en silencio.

 - Haz un esfuerzo, querida Marianne -gritó ella-, si no quieres matarte a ti y a todos los que amas. Piensa en tu madre, piensa en su miseria mientras tú sufres, por ella debes hacer un esfuerzo.

 - No puedo, no puedo -exclamó Marianne-, déjame, déjame si te incomodo, ¡déjame, ódiame, olvídame! Pero no me tortures así. ¡Oh! ¡Qué fácil es hablar de esforzarse para aquellos que no tienen por lo que sufrir! Alegre, alegre Elinor, tú no puedes tener ni idea de lo que sufro.

 - ¿Me llamas a mí alegre, Marianne? ¡Ay! ¡Si tú supieras!... ¡Y cómo puedes creer que lo esté mientras te veo tan desdichada!

 - Perdóname, perdóname -lanzándose a los brazos de su hermana-, sé cuanto lo sientes por mí, sé bien el corazón que tienes, pero aún así tú estás alegre, tú debes estar alegre; Edward te quiere... que, ¡eh! ¿qué puede estropear una felicidad como esa?

 - Muchas, muchas circunstancias -dijo Elinor con solemnidad.

 - No, no, no -gritó Marianne enloquecida-, él te ama, y sólo a ti. No puedes sentirte mal.

 - No puedo sentirme bien mientras te vea en este estado.

 - Y nunca me verás de otro modo. La mía es una miseria que nada se puede llevar.

 - No debes hablar así, Marianne. ¿Acaso no tienes comodidades? ¿Y amigos? ¿Es tal tu pérdida que no deja una puerta abierta al consuelo? Tanto como sufres ahora, piensa en lo que habrías sufrido de haber descubierto su carácter con posteridad... Si vuestro compromiso se hubiera alargado durante meses y meses, como hubiera podido ser, antes de que él hubiera decidido ponerle fin. Todos los días nuevos de confianza infeliz, por tu lado, habrían hecho que el golpe fuera más terrible para ti. 

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