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IL POSTINO

IL POSTINO

lunes, 9 de agosto de 2010

LOS BUENOS LAGARTOS VERDES

Cuando el sol deseca y muerde el paisaje,
se tiene el ojo deslumbrado por los buenos lagartos verdes:
Ellos van, lenta esmeralda teniendo cuerpo y rostro,
sobre los montones de piedra, sobre las rocas entreabiertas,
y sobre los altos taludes que la espuma cubrió.
Ellos son paralizados por la temperatura;
cerca de ellos, muchos pajaritos bonitos como una pintura
tejen sobre el agua dormida y de mal consejo;
y la brizna de hierba atenaza de una frágil cintura
sus pequeños costados miedosos que tiemblan al sol.

Además, ellos ganan después de todos sus canales de costumbre
los accesos de los lavaderos siempre tan llenos de gusanos;
en los grandes árboles frondosos que hacen el tamizado
del aire en fuego estancado sobre tantos puntos diversos,
ellos prefieren los acebos enanos y torcidos.
Mendigos timoratos de los jardines sin cultura,
frecuentadores de la casa solariega y de la sepultura,
ellos se adelantan furtivos y siempre en guardia,
desde que un céfiro más fresco lame por aventura
sus pequeños costados miedosos que tiemblan al sol.

Por los caminos quemados, ávidos de riego,
y dentro de los montecitos oscuros donde pican los carpinteros,
ellos se acercan al hombre, y su aspecto presagia
alguna aparición del reptil perverso
que se hincha de veneno durante todos los inviernos.
Un raudal de mercurio corre dentro de su osamenta
cuando ellos quieren fugarse o bien buscar pastura;
pero a veces, aplastados dentro de un semisueño,
ellos entran en calor largo tiempo, sin cambiar de postura,
sus pequeños costados miedosos que tiemblan al sol.


ENVÍO
¡Oh cocodrilo! ¡Ojo falso! Mandíbula de tormento,
aprende que yo estoy loco de tu miniatura.
¡Sí! Amo los lagartos, y, dentro del día bermejo,
yo admiro, bendiciendo al Autor de la naturaleza,
sus pequeños costados miedosos que tiemblan al sol.

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