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IL POSTINO

IL POSTINO

domingo, 1 de agosto de 2010

LA ALAMEDA

Esto era la hora del sueño y de la modestia:
Todo, dentro de la noche, iba a perderse y disolverse;
y de ecos en ecos, los rumores del rayo
arrastraban sobre el aire lívido una sorda repercusión.

Colgado al borde de los cielos llenos de sombras y de alarmas,
y tan bajo que un cerro parecía rozarles,
la lluvia, así como un ojo que no puede llorar,
amontonaba lentamente el manantial de sus lágrimas.

Y, como un soplo errante de hoguera enfriada,
dentro del valle que toma una extraña figura,
un viento templado, mudo y de mal augurio,
ahuecaba sobre la hierba muerta y el matorral hecho rígido.

Esto fue pues por una noche pesada y sin luna azul,
que en el centro de los relámpagos breves y multiplicados,
yo me avanzaba todo sólo entre estos álamos
que bordeaban mi camino durante cerca de una legua.

Entonces, los viejos temblorosos, tan derechos y tan frondosos,
a través de las nieblas que la oscuridad teje
susurraban dulcemente y vibraban en la fila,
mientras que a lo lejos pasaban los rugidos confusos.

Pero la tormenta estalla; el viento del sur lanza sus hordas,
y los árboles pronto se volvieron bajo sus dedos
las arpas de gigantes, que todas a la vez
resonaron con los millones de cuerdas.

Como un estremecimiento humano dentro de las verdaderas desesperanzas
irresistiblemente corto de los pies a la cabeza,
así, de lo bajo a lo alto, el viento de la tempestad
surcó bruscamente los grandes abetos negros.

En el mismo momento el trueno sacude el valle;
la llanura y el horizonte arremolinaban; y lanzando
con más furor un zigzag más ardiente,
el relámpago, de una punta a la otra, iluminaba la alameda.

Sobre los fondos sulfurosos teñidos de verdín
los álamos trazaban horribles arabescos;
el rayo acompañaba sus lamentos gigantescos,
y el viento del norte daba espantosos gritos.

Esto era un ruido agitado, galopante, elástico,
el infinito dentro del estertor y dentro de la risa amarga;
se escuchaba rodar la avalancha y el mar
sobre este chapoteo salvaje y fantástico.

Un vuelo prodigioso de águilas lisiadas
azotando los abismos de sus alas cojas;
las montañas de voces claras y murmurantes;
los torrentes de banderas, de llama y de papeles;

Un vasto desprendimiento de arena y guijarros
caen rodando en picada al fondo de inmensos agujeros;
montones enredados de serpientes en furia
silbando a grito máximo y cerrando de golpe las escamas;

Los locos y los heridos agonizando la noche
en el fondo de un gran Manicomio o de un horrible hospicio;
dos trenes reencontrándose al borde de un precipicio:
Todo eso amontonaba este formidable ruido.

Pero, grado por grado, la tormenta fue de menor fuerza,
y cesó. El caos desapareció del valle;
un diluvio rápido abatió el viento del norte,
y el rayo se dió a la fuga con su luz torcida.

Y siempre, entre todas mis noches inolvidables,
esta siniestra noche me persigue y me encanta,
esta noche de huracán, ronca y turbulenta,
¡donde gimen en coro dos mil álamos!

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