Ella hacía fantasear a los más viejos bosques.
Trece lámparas de hierro, oblongas y espectrales,
ya derramaban día y noche sus claridades sepulcrales
sobre sus libros ajados llenos de sombra y de secretos.
.Ya me sentaba, entre las brumas y los estertores,
atraído por los brazos de los trece sillones pálidos
y escrudiñado por los ojos de los trece grandes retratos.
.
.
miraba a lo lejos flotar y desaparecer
al duende que danza al borde de los peligros,
.
.
el reloj de péndulo venía de sonar trece golpes
dentro del silencio horrible del cuarto maldito.
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