La serpiente es tan vieja, tan vecina de la muerte,
que ella no sale casi más de su triste guarida,
donde, no habiendo en adelante más que el aburrimiento por camarada,
ella vegeta sepultada como un antiguo remordimiento.
A la larga su hambre se irrita y se exaspera,
pero una hierba lechosa y de un fácil acceso
alimenta al infortunado reptil que retuerce,
y le sirve para beber el olvido de su pasado próspero.
También, cuando el sol le galvaniza un poco,
ella se arrastra al lado de la leche reptando como ella puede,
y, muy hastiada de haber hecho este viaje con rigurosa igualdad.
La pobre vieja serpiente famélica y helada,
con las succiones de vampiro jadeante,
chupa y chupa la leche de la planta en la flor de la juventud.
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IL POSTINO
domingo, 8 de agosto de 2010
LA LECHE DE LA SERPIENTE
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