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IL POSTINO

IL POSTINO

miércoles, 11 de agosto de 2010

BAJO EL CASTAÑO REDONDO

El estertor de las retamas grazna dentro de los prados
como un peine que se frota al centro del misterio;
el atardecer decoloraba a los árboles estupefactos,
y lentamente la Luna, al ras del cielo austero,
se curvaba en arco así como una cimitarra.
Es entonces que, muy sólo dentro del valle, en el ruido
del sapo de los estanques que flauteaban su aburrimiento,
por los montecitos escabrosos, las labores y la paja,
me abandonaba a veces a soñar hasta medianoche
bajo el castaño redondo levantado como un fantasma.

En los balidos lejanos de los carneros extraviados,
más fatidícamente que un tañido de monasterio,
la lechuza mezclaba sus sollozos acerados,
tan tristes, que un estremecimiento de miedo involuntario
os coge, cuando un mal eco los reitera.
Era la hora de los lobos que el hechicero conduce;
de la voz que os llama, y del paso que os sigue;
el grillo no tenía más que un murmullo de átomo;
y el musgo encajaba y embutía el pequeño gusano que brilla
bajo el castaño redondo levantado como un fantasma.

La corta vacilación de los duendes azufrados
anunciando los espíritus que volverían a venir sobre la tierra,
bailaba en la punta de los juncos de los caminos gastados;
después, a la larga, todo acababa por callarse,
y el silencio entraba dentro de la noche solitaria.
Y yo olvidaba la tumba donde la Muerte nos reduce
¡en cenizas! yo olvidaba el mundo que me perjudica;
el sueño de los matorrales me arrastraba su bálsamo,
y yo me evaporaba con el viento que huye
bajo el castaño redondo levantado como un fantasma.


ENVÍO
Princesa de mi corazón, si, por un caso fortuito,
muero en el campo, ordena que aquel
que apretará sobre mí la larga tapadera en cúpula
me arrastre por el brezal y me entierre, en la noche,
bajo el castaño redondo levantado como un fantasma.

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