EL PÁJARO CANTOR DE LAS SOLEDADES

Cuando el sol ríe sobre los rincones,
cuando el viento juega con el zacate,
en la época donde se tienen lo menos
de inquietudes;
con Mayo, el mes encantador
que da al aire buena fragancia,
nos regresa al lugar, el pájaro cantor
de las soledades.

El ruiseñor vive en los lugares frescos,
llenos de perfumes y de secretos,
sobre las orillas de los bosques
y las praderas;
sobre los bordes de un lago umbrío,
al lado de una casa solariega muy vieja
o de un cementerio cargado
de fantasías.

El dulce ignorante de los inviernos
encanta los enredos de árboles verdes,
y ve al sol a través de
la cortina de las hojas;
es allí que tú pasas tus días,
rey de los pajaritos trovadores,
y que para cantar tus amores
tú te recoges.

Mientras que el horizonte palidece,
que la ribera se reafirma,
y que sobre las aulagas estremece
la libélula;
mientras que con los vuelos zumbadores,
a veces oblicuos y empalagosos,
la abeja vuelve a entrar ebria de flores
dentro de su celdilla;

Él, el bohemio de la primavera,
el ruiseñor, canta el color de las épocas;
y sauces llorones de los estanques,
viejas iglesias
teniendo hiedra en más de una pared,
toda la llanura y todo el azur
escuchan vibrar dentro del aire puro
sus vocalizaciones.

Cuando él pronuncia dentro de su languidez
los suspiros hilados armoniosamente en duración,
esto que él sufre con todo su corazón,
¡toda su alma!
su voz llorando queridos himenes
tiene los sonidos tan humanos,
que se diría por los caminos
que es el grito de una mujer.

Entonces esa voz que vuelve todos pensativos
a los pequeños robles, a los grandes tejos;
y mezclada a los arroyos furtivos,
a los bonitos rostros
de la vaca y de la yegua,
esta voz es seguramente
el lamento y el gemido
de los paisajes.