El idiota vagabundo que encanta a las víboras
cojea todo el día infatigablemente,
a lo largo del barranco negro y del pantano estancado,
allí donde los aspides van por tropas impares,
Cuando el otoño coloreó las verduras prósperas,
el ojo fijo, con un triste y dulce balanceo,
el idiota vagabundo que encanta a las víboras
cojea todo el día infatigablemente.
Las serpientes adormecidas, en el borde de sus guaridas,
se despiertan en coro a su canturreo,
y viniendo ya a mezclar su agudo silbido
siguen por los caminos, como viejos camaradas,
al idiota vagabundo que encanta a las víboras.
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IL POSTINO
lunes, 9 de agosto de 2010
ENCANTADOR VIPERINO
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