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IL POSTINO

IL POSTINO

jueves, 12 de agosto de 2010

PAISAJE DE OCTUBRE

El torrente superó sus bordes
y ganó la grava ocrácea;
el molinero bordea con esfuerzos
la encrucijada húmeda que se ahonda.
Ya el lagarto aletargado
se vuelve más friolento de hora en hora;
y el sol del pleno mediodía
es velado como un ojo que llora.

Las nubes regresaron,
y el emparrado que sangró
retuerce sus largos brazos flacos y desnudos
sobre la muralla enfadada.
La bruma empañó las blancuras
y rompió los hilos de la Virgen,
y el vuelo de los martín pescadores
no estremece más sobre la ribera.

Los árboles se secaron;
la choza cierra su puerta,
y la pequeña mariposa gris
hizo lugar en la hoja muerta.
Más nenúfares sobre el estanque;
la hierba languidece, el insecto tiene estertores,
y la golondrina sollozando
desaparece en el horizonte pálido.

Cerca del río con los peces gobios
que chapotean bajo los viejos alisos,
el asno busca los cardos
que cortan tan bien sus dientes amarillos.
Pero como el azulejo del trigo
como el musgo y el helecho,
los grandes cardos se arrancaron
con la brisa y la pastora.

Todo ovillado sobre el tejado
que la atmósfera moja y empasta,
el palomo estremecido por el frío
tirita al lado de la paloma;
y, los dos, sin picotearse,
demasiado tristes para pavonearse,
ellos miraron hacer piruetas
a la veleta que se da vueltas.

Debajo de los valles desiertos
donde las charcas se incrementaron,
al disparo al ala, dentro de los aires
pasa el triángulo de las grullas;
y la víspera, al borde del pilón,
con los ojos que se afligen,
las miro huir y creo ver
los últimos bellos días que ellas se alzan.

Dentro de los montecitos vecinos de las rocas
el ave becada hace su reingreso;
las cornejas alrededor de los arados
pisotean la tierra destripada,
y, demacrado como una chamusquina,
el álamo taciturno y fúnebre
pone su nido de charlatán
sobre el cielo blanco que se entiniebla.

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